Su don era especial con las plantas, el sabía cual era la que te venía como anillo al dedo para tu dolencia. De hecho, sabía hacer combinaciones únicas y precisas. En este homenaje que le queremos dar a Manuel en agradecimiento por tanto y tanto… queremos destacar que su sabiduría y fe con las plantas le llevó a crear las recetas, que hoy día son auténticas maravillas, y tenemos que advertir que no las vas a encontrar en ningún otro sitio, porque la esencia de Manuel esta y estará por siempre junto a su legado.

Por todo ello, si estás aquí porque conocías a Manuel, no tengo más nada que decirte, excepto recordarlo y amarlo. Si no lo conocías, tienes que saber que sus recetas y conocimientos siguen de la mano de su legado, y que aun verán la luz nuevas recetas porque afortunadamente dejó un legado único, y este está en las mejores manos.

¿Por qué le llamaban el sabio?

En Andalucía tenemos la santa costumbre de si alguien tiene una cualidad o gracia en especial, para referirnos a esta persona utilizamos esa característica para referirnos a ella.

Este es precisamente el caso de Don Manuel García Cabrera originario de Morón de la Frontera y querido por miles de personas que lo bautizaron como el ‘Sabio’.

Aunque también ha sido conocido como el Curandero, el Santo Manuel, o simplemente Manuel. Su nombre ya de por sí tiene un gran peso, y si miras su imagen y sabes su nombre, tu corazón sabrá reconocerlo. Quiero recalcar que la gente es la que le hacía honor de esta forma, porque el tan solo afirmaba: “Yo estoy aquí para ayudaros. Cuando hago mis oraciones, tan solo pido que jamás diga una mentira.”

Su nobleza era tan grande que cuando entrabas en una de sus consultas, que solían ser pequeñas con tan solo dos sillas para sus visitantes, te dabas cuenta que en ella casi no cabía su esencia pues rebosaba de ella y te hacía sentir bien.

Desde que llegaba, hasta que se marchaba no había un solo minuto de descanso. Ciento de miles de situaciones pasaron por su consulta.

Quien llegaba con un dolor, se iba sin ese dolor. Quien tenía una preocupación salía sin ella. Si tenías un problema, te marchabas con la solución. No era solo esperanza, el no vendía eso. De hecho, nunca pedía nada. La gente preguntaba ¿Qué hay que darle? y siempre contestábamos la voluntad.

Por supuesto, todos sabíamos a lo que íbamos y era precisamente a obtener su ayuda, que era tan real como vital para todo/as. Y no era casual que todas las semanas reconocías a las mismas personas y alguna nueva que se iban incorporando a su consulta.

¿Por qué? Porque te aliviaba cuerpo y alma, te hacía ser mejor. Superar cualquier problema, cualquier crisis, recuperar la salud cuando los propios médicos no daban con la ‘tecla’. Antes de que te dieran el diagnóstico el te lo decía con una precisión que en muchas ocasiones te sacaba unas carcajadas de sorpresa.

Y hablando de carcajadas, te reías con él porque su punto de vista era tan genuino y especial que confrontaba las situaciones desde un ángulo que era imposible no reír junto a él.

Por no hablar de los milagros que sucedían una y otra vez, te encantaba escuchar lo que decían los demás, pues eran siempre anécdotas en las que Manuel decía lo que iba a ocurrir aunque pudiera parecer mentira o la persona en cuestión no lo creyera, y después se cumplía en el 100% de las veces.

De hecho, cuando venía alguien escéptico, pero que podía creer de alguna forma (porque tan solo necesitabas creer o tener algo de fe; no pertenecer a ninguna doctrina, ni credo, sino tener un mínimo de fe); cogía un papelito y antes de que hablaras escribía un par de cosas, lo tapaba, te miraba a los ojos, y dejaba que hablaras. Cuando decías tu pregunta el te la enseñaba, y lo que había escrito era exactamente lo que venías a preguntar. El nombre de la persona por la que preguntabas, tu oficio, tu edad, el nombre de tu amigo… lo que fuera. Hasta el número de móvil de una prima que no veías desde hace 30 años y no sabías ni siquiera donde vivía.

Por ello, os digo que no era casual que le llamaran “El Sabio”, y ese apodo se nos ha quedado grabado de por vida. ¿A dónde vas? Voy al Sabio. Ni más, ni menos.

Manuel lucía unas largas y espesas barbas, su mirada profunda, tranquila, llena de paz. Sus manos cuando entrabas y las tomabas al saludarlo era un momento único. Cuando te ponía las manos para ayudarte sentías su energía, y salías flotando de su consulta.

Qué pena que fueran tan solo 12 minutos cada vez. Cuantas cosas para hablar, y cuanto nos ha ayudado a todos.

Su esencia sigue y perdurará entre aquellos que lo queremos y en quienes disfruten de sus remedios naturales. Écija, Osuna, Villanueva, La Puebla de Cazalla, Arahal, Morón de la Frontera y todos los alrededores. Ronda, Marchena, Paradas, El Coronil, Campillos… Parte de Sevilla, de Cádiz y Málaga lo visitaban. Algunas veces gente que venía de Madrid, de Barcelona, Inglaterra, Rusia… de cualquier punto del mundo acudían a visitarlo, siempre, siempre con amor y fe.

En una de sus charlas confesó: “Cuando ya no esté, seguiré con vosotros, y os seguiré ayudando.” Y así es, y no hay nada más verdadero que el ejemplo, por ello muchos clientes siguen tomando y descubriendo nuevos remedios que solucionan sus problemas de Salud.

Reconocimiento público para su legado.